GOZO
- LAURA GUTIERREZ
- 26 jul 2023
- 3 Min. de lectura
Durante las últimas dos semanas, he navegado por un mar revuelto de pensamientos, atrapada entre picos y valles emocionales, enfrentando una crisis interior que parece retenerme en sus garras. A pesar de conocer la salida a esta situación, paradójicamente, no he sido capaz de encontrar la fuerza para superarla completamente.
La ansiedad, ese mal que me ha aquejado desde entonces, ha sido mi fiel compañera en este trayecto incierto. Un médico me prescribió medicamentos para aplacarla, ofreciéndome un salvavidas en medio del vendaval. Sin embargo, en un acto de resistencia, he decidido enfrentarla sin depender de estos medicamentos, creyendo firmemente en la fortaleza de mi ser. Esta lucha interna, aunque cargada de determinación, no ha sido sin consecuencias. El cálido sueño que disfruto tanto y me permite viajar en un mundo de paz, se ha vuelto esquivo y lleno de pesadillas, como si se burlara de mi inquietud. La rutina, antes tan ordenada y reconfortante, acompañada del estudio que me concede la idea de sumergirme en el conocimiento, de pronto ha cedido su lugar al caos y la desorientación quitándome energías y las ganas de conservar esa normalidad que tan feliz me hace. Este sentimiento se compara con hojas del calendario cayendo con lentitud, sin son ni ton, sin sentido, y en medio de una lluvia infinita de lágrimas y tristezas.
Sin embargo, en medio de este vendaval de emociones y desasosiego, un bonito recuerdo llegó desde mis viejas memorias hasta el día de hoy, en forma de un faro que encuentran los navegantes como una luz de esperanza, cuando se encuentran perdidos y sin rumbo en medio del mar brillante y en la oscuridad. Ese recuerdo se reencontró conmigo en medio de un sueño que me llevó de vuelta a uno de los días más felices de mi vida, aquel en el que sentí que mi corazón se llenaba de auténtico GOZO. Era en una humilde iglesia, un refugio de serenidad, donde mi voz se entrelazaba con otras voces en un coro armonioso. Las notas musicales danzaban en el aire como luciérnagas luminosas, y mis manos acariciaban las teclas del piano. Apenas era una niña en aquel entonces, pero tenía conciencia de ese sentimiento de paz y tranquilidad, como si en esos momentos el tiempo se detenía en una danza armoniosa con la eternidad. Además, rememoré cómo me divertía con la gracia espontánea de los hermanos y hermanas de la iglesia, sus movimientos singulares y llenos de genuina alegría. ¡Cuán feliz era entonces, sin preocupaciones ni miedos que me acogotaran! Las luminosas memorias de aquel GOZO pasaron a ocupar un lugar especial en mi corazón, y la melodía de aquel canto resonó nuevamente en mi alma. "GOZO, GOZO, GOZO YO QUERÍA, PERO LO BUSCABA DONDE NO LO HABÍA". Las palabras de la canción ahora parecen susurrar en mi oído, recordándome la profunda sabiduría que esconde el deseo de encontrar la felicidad en las fuentes correctas. Es cierto, la vida puede tejer hilos de dificultades y desafíos, pero también está impregnada de momentos mágicos y trascendentes, como aquel que ahora revive en mi memoria. Aspiro a que mi corazón, que ha sido tocado por el inolvidable esplendor del GOZO, vuelva a irradiar la luz que ilumina mi camino. Con esta certeza en mi interior, sé que puedo afrontar las tormentas que se avecinan y encontrar la paz que anhelo tanto. Porque, en medio de este mar revuelto de emociones, aún hay un lugar donde el GOZO florece y la esperanza resplandece.

Comentarios